Las poetas del montón
I-
Las poetas del montón;
las malas poetas poetisas,
pizarra y tiza en mano;
las Nada que decir,
sus obsesiones:
heptasilábicas, decimonónicas;
como una red que al humo no renuncia;
asediadas por el oscuro recoveco
de una crisis que no sufren;
se rejuntan juntitas a aplaudir
sus diablos azules, vetustos y sin brillo,
como indica el zodíaco
del diario de anteayer.
Entre copas de vino
y labiales baratos
se besuquean las mejillas
a diestra y siniestra.
La anchura de sus fugacidades
me descorazona.
Con temblores de gallinita clueca
me amedrentan.
Sus cuchillos cargados de jardines
y florcitas anticlericales
para un casamiento de punta en blanco,
asfixian los pechos de
los ángeles que invocan.
La constelación de la pausa
festeja su afonía.
El píloro manda resignación
ante la adoctrinada terquedad
del vómito que expelen.
Las de Barranco,
siembran
una estética
de enfermedades que no existen
para ofrecer soluciones
que tampoco aportan.
Ohhh primer amor.
Cuanto insensato te denigra
con canciones que se arrugan
alrededor de tu mirada.
Quien ya no te quiere
nunca te ha querido.
II -
He forjado esta carta
desde la celda de mi aburrimiento.
Sin nostalgia del no ser
fui la chica del coro,
la empleada doméstica,
la manicura inerme,
la depiladora ciega,
la auxiliar contable
que calcula los milagros,
el porqué de los oyentes de poemas y cantares.
La he escrito porque sí,
para curar el tedio del domingo,
14 de noviembre del 2010,
la prisa de los lunes,
la maldición de Marte,
el cielo nebuloso de la actual primavera
que escasea/ que escarcea/
En el viaje de regreso,
mi tren no encontró el pueblo,
el pueblo se marchó
abatido, detrás de un viento seco.
Delirando
su enfado contra la barbarie,
se asentó en las orillas de la civilización.
Por su tronchada mente torpedearon
sueños de avenidas
en expedientes importados
por suntuosas pantallas panorámicas.
Ohhh primer amor.
Cuanto insensato te denigra
con canciones que se arrugan
alrededor de tu mirada.
Quien ya no te quiere
nunca te ha querido.
Lo peor de la inocencia es su belleza.
Lo mejor de la inocencia son los destripamientos.
Como dijo Juan Gelman
en su Mundar libro:
“Los pájaros cambian
de vida
y preguntan lo mismo
de siempre.”
III-
¿Me nombra todavía su alma en pena?
No se trata de una simple pregunta retórica.
Quisiera saberlo.
Miénteme urgentemente
con muchas oraciones de respuesta.
Por mensaje privado o correo manuscrito,
por carta sin timbrar, o como gustes.
Dime que Jeff Buckley
no se ha ahogado en el Río Wolf,
que es el río deyectado de la estepa,
del famoso erial, que me deshoja
y en su camino fatal
alguien va sembrando
el mal...
Dime, por tierna analogía,
que Jeff Beck,
guitarrista de Yardbirds,
-esos pájaros del patio delantero-
no ha roto su guitarra en el Blow-up
de Antonioni
y que en esa cueva de Julio
nadie desesperó
por tener un pedazo de madera
para arrojar su rabia al fuego de las calles.
Menudos lobos esteparios
bien atados
en todos los corrales,
para que yo los
recoja.
¿Los has visto en el Perú?
Me escribió steppenwolf,
el de la página porno
que gozaba tener sexo
como el bíblico Onán
del coitus interruptus,
mirando las fotografias
de Carmen de Las Delicias,
la famosa prostituta de la calle madrileña,
la Carmen de Bizet del triple equis.
Me ha escrito, te decía,
del otro lado del mostrador,
sin decir esta boca es mía,
con recelo,
callando para otorgar
su impotencia de toro en las corridas.
¡Qué Don Juan de la Cruz crucificado!
¡Qué ventisquero de hielo!
¿Me nombra todavía su alma en pena?
No se trata de una angustia casual.
Quisiera saberlo.
Miénteme con demagogia,
con muchas evasiones por respuesta.
Lo mejor de la inocencia es su belleza.
Lo peor de la inocencia son los destripamientos.
Versa y reversa.
Como dijo Juan Gelman
en su Mundar libro:
“Los pájaros cambian
de vida
y preguntan lo mismo de
siempre.”
El silencio enmudece la pasión
y la prolonga.