“Lo dejo a tu criterio”
Chisporrotear, lo que se dice chisporrotear,
ella chisporroteaba poco.
Lo había hecho antes la guerra, pero ahora elegía el jardín.
Su cuerpo no fulguraba embriones con aspecto de lozanía.
Sus jaleas no iban a cambiar el equilibrio del sistema.
La memoria guardaba un éxodo.
Casi nada tomaba al pie de la letra.
Cuando entornaba los ojos se veía muy mayor
comparada con higueras o sequoias.
La infancia era un espejismo.
La juventud florida, un tórrido recuerdo ambivalente.
Su tronco estaba preparado para que su apellido
se grabara en las rocas,
que guardan las huellas de tantos olvidados
que dejaron caer su peso sobre la tierra.
Y sin embargo,
la dócil casualidad jugó sus cartas eternas.
A lo hecho pecho.
Su estridente obsesión quedaba a salvo.