jueves, 12 de agosto de 2021

Lucía Folino - Un cafecito en la tertulia. Biografía abreviada




Tapa y contratapa 


 

Mensaje de la autora:


Todos mis libros pueden ser leídos gratuitamente en Blogspot.

Se puede obtener el pdf en Amazon, e-Book. 

En formato papel -ediciones limitadas- pedidos directos. 



Para evaluar la obra del poeta es menester una lectura completa e integral, el conocimiento de su biografía, su pensamiento ético y filosófico y su ejemplaridad humana. 

Aunque puede suceder, ningún poeta vive de la literatura. Distinto es el caso de novelistas, guionistas, editorialistas u otras variables. De la poesía no. Para eso están los premios literarios, que en una era superinfomada por las carreteras automáticas son de dudosa reputación.


Por eso, si quieres (o querés) invitarme un cafecito, lo podrás hacer en el link que aquí te dejo.

https://cafecito.app/graciasquenecesitas





Lo recaudado será destinado a la difusión mediática de poetas que no tienen acceso a dichos espacios, aún estando verdaderamente comprometidos con su escritura. 

Nuestra deber es transmitir a las nuevas generaciones la experiencia y el goce por las letras de la literatura hispanoparlante, en un mundo cada vez más globalista, que viene por nuestra destrucción de la cultura iberoamericana.


Estoy recitando poemas y fragmentos en tiktok: Lu por la Poesía 

@lucifolino 


Muchas gracias 

Un abrazo.



Lu 




Lucía Angélica Folino nació en Avellaneda, Buenos Aires,  Argentina, el 19 de diciembre de 1956,

Abogada, docente y poeta.

Publicó: "Retablo de duelos" – por Editorial Dunken en 2004, "Acuario Plateado por la Luna" en el año 2005. Parte de su obra aparece en prestigiosas antologías nacionales e internacionales en formato papel y revistas literarias virtuales y blogs digitales. Escribió letras de canciones - registradas en SADAIC y SIAE- entre las que se destacan poemas y traducciones en la opera prima del compositor italiano Lorenzo Gabetta: “Salvando las distancias”, lanzado en Milán en el año 2012.

Ejerció la abogacía durante más de tres décadas. Dictó cursos de poesía y letras de canciones, tras haber participado en numerosos talleres de poesía, narrativa y letrística de canciones en SADAIC. Fue vocal del "Centro cultural Alejandra Pizarnik" de Avellaneda durante dos años.

En 2015 publica: “Venas al Menudeo”. En el año 2018 presentó: "Cruzamientos y Aspavientos", "Premio Consuelo", “Enfundá la mandolina”, 2020 presenta: “Cetrerías o Cordero de Dios”, “De dragones y miserias”, “Los varones no saben distinguir”. En el año 2018 dirigió y editó la revista digital El Camaleón Fatigado. E-books en Amazon.

Impreso: En  julio de 2021 -Buenos Aires, Argentina.




Paz es la Palabra

 

Paz es la Palabra


"¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. “Lucas 19:42


Muchas cosas te pasan si estás muerto:

Encuentras tu puñal inoxidable,

la corona de espinas, el cortejo,

el poncho del abuelo en la maleta

que tiraron al mar,

por temor a las fiebres amarillas

que hacen metástasis en barcos de inmigrantes

con gentes escapadas de la guerra.

Muchas cosas te pasan si estás muerto:

Lo sabe el ruiseñor que te acompaña,

y que siempre creíste que era un cuervo,

por ser víctima de metáforas

corroídas de gris literatura.

Te sorprende con brillos y matices,

esa flor que has robado en los jardines,

para darla de ofrenda al desconsuelo,

porque tiene dos pétalos intactos,

sin fisuras ni grietas de abandono,

sedosas como un fino terciopelo

al tacto de tus manos

que carecen de dedos y de uñas,

en el sordo rumor de un tullido escenario.

Te arrulla el desamor sin frustraciones.

Recuerdas que tu boca está sellada;

y una carta ocultada en un ropero

-un absurdo ropero de cristal o nieve-,

espera ser leída con premura

por el destinatario desconocido que la abra,

con un cortapapeles de inventario

a sabiendas de que irá a quedarse ciego.

Muchas cosas te pasan si estás muerto:

Merodean espectros por tu entorno,

zumbando la canción de las abejas;

se te pegan bigotes en las nalgas,

cuelgan telas de araña de los techos,

y tu garganta carraspea

como un motor a punto de fundirse,

por no poder fumar sin miramientos.

 

Demasiadas cosas te pasan si estás muerto:

Admites que has vivido algunas décadas,

valientemente enroscado entre

tu ombligo y una sombra ilusoria,

similar a la de El viejo y el mar,

novela que amén de meritoria,

te busca inevitable,

reflejada en el lago de Narciso,

con tu nariz pegada a la pantalla de un cine

que hace siglos que no existe,

excepto entre los trastos de un archivo,

que un ángel ha escondido en los rincones

con menos picardía que malevolencia.

 

Es más, te dices en silencio:

“Es mejor que estas cosas, vulgares e inocentes,

que causan extrañeza al invitado,

sucedan ahora que estoy muerto,

presente ante mí mismo,

en mi entierro de nervios, músculos y tendones

con más alcohol que agua, y menos pelo que grasa"

para desquite y venganza de esa alma cansada,

que al nacer te han brindado virginal y liviana,

entre sábanas con sangre y ayes de dolor,

desde una erótica vagina maternal

que amarás tu vida entera,

mamando del pezón que exonera su cálido cobijo

del que fluyen sonidos musicales,

succionando y gruñendo,

suspiros, nanas y oratorias,

revestidas de líquidos amnióticos y puntos de sutura

manchados por membrana de placenta.

La inexplicable y tórrida Madre Creadora

pidiendo a Dios, con devoción suprema

en un idioma que entiendes solo a medias

que apresure el calostro para el vástago,

mimándote y besando tus pies, hasta el remilgo.

Te alegra que estas cosas, triviales, pasajeras,

te pasen mientras sabes que estás muerto:

porque es cien veces peor, vivir equivocado,

hostil y virulento,

creyendo que los sueños algún día,

cumplirán su propósito inocente,

creyendo que el final es inviolable,

si te dieran calor amartelado,

en cada cambio de pañales;

en tanto que unos niños, de repente,

tus antiguos amores, tus hijos, tus amigos,

enfilan ante el turno de viejos toboganes,

en un corso de kermese,

para deslizarse al umbrío precipicio,

y tú, detrás de ellos,

confabulados, resplandecientes e inquisidores,

exigiendo rosquillas de azúcar impalpable,

o dulzonas y tibias manzanas acarameladas,

que van a arruinarte los dientitos de leche,

que cambiaste por obra de un milagro

al que llamabas Ratón Pérez,

que dejaba debajo de la cama

el precio de una pérdida que subastaron sin tu firma.

Estas cosas que ocurren, trascendentes

de luz a oscuridad y bis se versan.

Ahora tú las contemplas y conoces,

porque dormita al lado de tu cama,

el secreto que nunca presentiste

pero alguna vez, escuchaste de abuelos resignados,

después de ponerse un poco de humectante crema,

para aliviar los surcos resecos en el rostro,

por vientos que congelan su pánico y sus huesos.

 

Y lloras, muchas veces… lloras… lloras

aunque sepas, que es mejor estar muerto.

Las arrugas ganadas con esfuerzo,

en soledad de cavernícola,

y ansiedad de impaciencia,

al Señor de los Cielos

rezan como mascotas entrenadas,

orando por poner coto a la espera:

 

Qué cuernos. 

Es mejor que te pasen ciertas cosas si estás muerto:

Recuerdes y perdones; reconcilies

si vuelves a nacer, sin saber cuándo,

ni si tiene un porqué lo vulnerable,

cantando un Aleluya en arameo,

y las obstetras guiñen sin asombro,

para que tu nueva madre no sospeche,

que podrías haber también nacido,

recitando los haikus japoneses,

o el antiguo latín de la escolástica,

o el sajón de las tribus de bárbaros ingleses;

y dirán, entre risas, que los tuyos

son meros balbuceos.

La primera palmada no busca que respires,

ni que adoptes tu antigua sinestesia.

Ellos quieren que borres el pasado;

que tu mente se adecue a una nueva pareja,

que quizás, en un tiempo, podrá llegar a amarte

como si fueras un superviviente más del holocausto

y te amará sin dudas, contra viento y marea,

si cumples con tu parte del convenio.

 

Esa mísera familia que te eligió y elegiste

para ser de tu familia, en una sociedad absolutista,

te traerá al más acá, cuando estés muerto,

rogará con descaro e inocencia:

que intentes progresar con la corriente,

porque el archipiélago fue invadido por expertos,

porque al archipiélago lo llaman continente

y las ballenas fueron atrapadas

por la fosca bandera de metal y estrellas,

revaluadas en oro y efectivo,

con tolerancia cero y mil defectos,

la bandera del karma del que amargamente reniegas,

deseando huir con los parias a otros mundos:

al suicidio colectivo

por tanta sinrazón que te ha de parecer inevitable.

 

Muchas cosas te pasan si estás vivo

y con conciencia,

saber que muchos piensan

que de la muerte no se vuelve,

por ejemplo,

(y asesinan a quienes no lo admitan).

Los poderosos serán tus humillantes jueces,

tus dueños esclavistas,

los tiranos groseros e infamantes,

y gozas la certeza indubitada,

que, escogiste muy bien,

el abrazo añadido sin esfuerzo,

porque siempre habrá leche,

si le ponen amor al chocolate los piadosos creadores,

porque siempre habrá padres que te adoren

y te lleven al parque

“cuidado: no resbales,

que el viejo tobogán es peligroso”

y llevan corazón en las solapas.

 

Si guardaste la carta de la reminiscencia,

en el ADN que te vio nacer por vez primera

a este mundo intratable, hermético y difuso,

que te hará sonreír con su réproba censura,

serás feliz,

por no seguir siendo como tus primos primates,

aceptando durezas de conducta.

Los entes disfrazados de personas

no sublevan la condición humana;

sacan rédito los orangutanes

que hacen monerías en el circo

para sentirse dioses del planeta,

pensarse redimidos

por la Verdad y la falsa elocuencia

de sintaxis remotas.

Me temo que no fueron curiosos esos tipos

disciplinados para el matadero.

 

La esquela de constancia cuando naces

ofrenda un solo verso,

seis escuetas palabras, sin adornos:

Sé bueno, sé feliz y ama”.

 

Lo demás es gambito de peones;

pitanza para chanchos;

elecciones del aborregamiento.

El estorbo fingido. Pecados capitales.

Trasplantes. Noche. Aurora.

Genocidio. Birretes. Amnistía.

 

Y dirás lo que Lucas escribiera:

“¡Cómo quisiera que hoy comprendieras el mensaje de la paz!”, con su  retórica modesta:

“Sé bueno, sé feliz y ama.”

 

Sublime poesía.

Casi un fotón partido

 

Casi un fotón partido

 

En el fondo del túnel, una luz transparente

abre paso a otra vida, por mí desconocida.

Disociada y abstracta, casi un fotón partido

que ocupa dos lugares del plano y del instante,

al mismo tiempo herido,

apoyada en tu espalda, entera y condensada,

montando en caballito, las piernas enlazadas,

se ciega tu conciencia bebida y confundida

en verdes madrugadas de vómito caliente.

Sintiendo que no pesa mi cuerpo

y no te aplasta el sólido elemento,

fugué hacia las montañas

de neblinas heladas, serpeando el Himalaya

entre motas de polvo,

con secas falsedades de indígena en apuros.

Y es tarde para besos

y es pronto para lágrimas.

Desde afuera vislumbro tu rostro en nuestra almohada,

temblando tus caderas

estalló  la guitarra, ciempiés de dormitorio,

componiendo canciones  que acarician el alma,

y me nombran,

me buscan,

como si te faltara.

Y estoy en todas partes, 

calmándote la fiebre que silba un desafío,

cerquita de tu apremio de visión extenuada,

Y estoy en todos lados

en tu huella anterior, en el simple futuro,

aquí, allá y ahora,

tal vez, después, mañana.

Nada

 

NADA.

 

 

“Nada.

He existido.”

Sartre.

La Náusea. (Una de las mejores novelas del siglo XX).

 

 

Nada.

He existido para ser papel y pasado;

para albergar en mi juerga escarlata

las pasiones y el deseo;

para haber renunciado al clima peninsular

aquel invierno

y gastar la piel,

hastiada de preguntas y reproches

en un basurero efímero,

único horizonte del paisaje.

Respondí “sí” con la cabeza erguida

cuando fui interrogada por jueces anónimos;

dije “no” al plato de comida caliente

con la efervescencia de los veinte años.

Cien tarjetas de amor

me esperaron a la salida del hipódromo,

cien sombreros ausentes

se colgaron de mi laúd.

Reconozco el pecado

de haber tragado mi propia placenta

y el deshonor de haberlo olvidado,

como si tal cosa fuera posible.

No vale memorar el arrepentimiento.

Dentro de un segundo,

mitad de minuto, a lo sumo,

seré Nada,

como dicen todos los hombres,

desde quien sabe qué siglo,

quien sabe qué ciudad,

quien sabe qué hemisferio...

Cuando descubrí este cielo laberíntico,

las migas de mi cuerpo,

tendidas en la arena,

se precipitaban a la boca de los pájaros

con callada virulencia,

y al final, la nada,

nadita de nada,.

recobraba su trágico sentido.

 

 

 

 

 

 

 

Finales

 

Finales

“Que sepa coser

Que sepa bordar

Que sepa abrir la puerta

Para ir a jugar”

 

 

Con cierta falsa masculinidad

y con sus conciencias universales

los hombres se disponen

a matarse en combates

por ser héroes de guerra con gloria en las espaldas.

(Mira cómo se trenzan

en partidos de fútbol de la liga).

 

Las mujercitas consienten benévolas

a ser sus enfermeras, sus esclavas,

con suma omni-sapiencia de karma del destino

serán madres solteras,

la voz que no se acalla,

o señoras ridículamente hostigadas,

en un cuchicheo entre toldos

de los chiringuitos de playa.

 



Señoras y señores

se casan y descasan.

Administran pobreza.

Educan al soberano.

Curan heridas con alcohol, limo y agua.

Bordan trapitos al sol para abrigarse.

Y continúan sonriendo

con plácida bonhomía

mientras dan de merendar a perros y gatos.

 

Después de engordar lentos, sin prisa

mas sin pausa,

trepanando sus alas

con cruel incompetencia

en sendos corazones abatidos

de ganarse la vida, con resaca,

sus horas se corrompen en morderse las uñas,

esperando al Mesías,

o al hijo, que es lo mismo.

Apuesten por Obama, por Chávez o Bin Laden,

el que gana se lleva como premio consuelo

una flor de palabra.

 

(El fin de la inocencia

se acopla en sus chicharras)

 

 

 

 

 

Más pequeña y más grande que un átomo

 

Más pequeña y más grande que un átomo

 

Más pequeña y más grande que un átomo

es la tristeza intangible.

No cabe tanta desolada pena

en un frágil corazón herido

de mortal soledad indefinida.

Atravesar la puerta de la casa

y verse solo,

rodeado de espectros fantasmales,

contraría la gracia de la noche

que promete tropiezos seductores

con carabelas que el mar ha naufragado

en islas de reputación dudosa

entre mareas de alcohol y pestilencia.

Mirar a cada rato

la pantalla del teléfono móvil,

que hemos convenido en llamar celular,

porque cada mensaje a recibir

formará parte de la epidermis afectiva,

sutil canción de cuna que arrulle nuestros sueños,

y decepcionarnos,

como si no supiéramos de entrada

del abuso de spam publicitario

que va a  burlarse de nosotros.

Encender el televisor como un ritual inútil

y apagarlo,

buscando cualquier cosa

que espere en el refrigerador el momento adecuado

de ser servida en la mesa.

Ir cocinando

la comida menos aconsejable del día

en tanto que extendemos la cama que dejamos desecha

antes de salir apurados al trabajo.

Cenar, por fin, a solas con la ausencia,

que crece cual una sombra bien alimentada.

Y después de leer algunas páginas

del libro más tedioso de la historia

de la literatura contemporánea,

otra vez a irse a dormir con la seguridad

de que este no ha sido el peor día de nuestra vida,

que nos queda mañana por delante,

si logramos sobrevivir la aturdida pérdida

del abandonado

a la deriva de Dios y su ironía.

 

 

 

“Lo dejo a tu criterio”

 “Lo dejo a tu criterio”


Chisporrotear, lo que se dice chisporrotear,

ella chisporroteaba poco.

Lo había hecho antes la guerra, pero ahora elegía el jardín.

Su cuerpo no fulguraba embriones con aspecto de lozanía.

Sus jaleas no iban a cambiar el equilibrio del sistema.

La memoria guardaba un éxodo.  

Casi nada tomaba al pie de la letra.

Cuando entornaba los ojos se veía muy mayor

comparada con higueras o sequoias.

La infancia era un espejismo.

La juventud florida, un tórrido recuerdo ambivalente.

Su tronco estaba preparado para que su apellido

se grabara en las rocas,

que guardan las huellas de tantos olvidados

que dejaron caer su peso sobre la tierra.

Y sin embargo,

la dócil casualidad jugó sus cartas eternas.

A lo hecho pecho.

Su estridente obsesión quedaba a salvo.











BE SOBER

 BE SOBER

Be sober, be watchful: your adversary the devil, as a roaring lion, walketh about, seeking whom he may devour

1 Peter 5:8 (English Bible revised version)

 

La piedra de Babel te asfixia.

Llorar por los rincones

no está mal, valiente criatura.

Se terminó la guerra del sudor.

Ahora hay que juntar los platos rotos

en un psiquiátrico de niños.

 

La fiebre inalterable en el papel

calma la cuota auténtica del miedo

y va pisando charcos entre arterias

de corazones rotos.

Aventurarse a ser el mago

que levanta pedazos de cerebro

es una beca absurda en el idilio.


¿Cómo puede juzgarte

un río sin aristas

que mide en regla de oro los escándalos?

¿Cómo puede ofenderte quien

apenas te conoce y se persigna?

Las compuertas del infierno

 

Las compuertas del infierno

 

Hay que construir compuertas,

diques, canales

al yo que nos asesina.

 

Hay que derrapar por los manglares

de una naturaleza desbordada

y resolver los enigmas del Otoño.

 

Llegar a otros sitios

deshabitados por hombres ciudadanos

que no conocen de cuchillos y escalpelos,

ni de pasta enloquecida.

 

Hay que retomar las barcas

que nos llevan de esta muerte sin destino

Y volverse mago, hereje, monje,

científico, astronauta,

filántropo del camino,

jugador de tute cabrero,

traficante de vírgenes sin desvarío

y sin sueños.

 

Hay que amortizar los empeños,

dejar a un costado los pecados capitales,

y fornicar robando hasta la última hora.

Apresurar el adulterio con la mujer de tu amigo.

 

Vivir en un segundo

el segundo que es tu vida.

 

 

 

 

El mochuelo de Minerva

 

El mochuelo de Minerva

 

“En la vida lo principal es explicarse.

De la cárcel se sale vivo, de la guerra no.”

Viaje al fin de la noche

Ferdinand Celine

 

 

No hay una sola palabra en este mundo

que merezca quedar en la memoria.

Los hombres son de paso,

sus lenguajes

se extinguen, se bifurcan, se matizan.

 

Se fragmenta la vida en divergencias.

No ejerce Dios fuerza gravitatoria.

La realidad de ensueño enajenada

carece de sentido.

El sermón no trasciende a los espíritus.

El alma no consigue definirse

en su clarividencia.

 

Durante algún tiempo tendré

que seguir exorcizando blasfemias,

tirando del ovillo,

tratando mal de aparentar cordura

cuando toca vivir

y perder pista.

 

La poética agoniza a manu propria

Prescribiré su desengaño

a medida que lo recuerde,

con hebras sueltas o articulaciones

como si el ruido de mi voz

emitiera la música genuina

de huríes extenuadas.

¿Quedarán paraísos en el fuego?

¿Es posible reconocerlos

sin una dimensión retórica?

 

Flexiono y estiro mis vértebras

mientras me voy deshaciendo

con una desmesura truculenta

hasta la liberación de la heurística

e invado escuelas

con arte de fantasma emparedado.

 

 

 

 

 

 

La lechuza o mochuelo de Minerva: metáfora hegeliana sobre la filosofía.

Los oscuros peones del rey. Primera visión de Isaías

 

Los oscuros peones del rey.  Primera visión de Isaías

"Estoy harto de holocaustos de carneros

y de la grasa de animales cebados

no quiero más sangre

de toros, corderos y chivos

Oráculos. Primera visión de Isaías.

 

I-

Cuando

desampara el deseo a los peones,

y la cuerda que tensa la guitarra del Rey

se rasga,

enmohece la lírica del sordo y compañía,

cuando

se alzan en ejércitos en furia,

perdiendo los papeles en el toque de diana,

cuando el pozo de lobos de la guerra

simula un bache do esconder carneros

y el Magreb y la aurora se confunden

en un horizonte nebuloso

en sombras,

llegan los tiempos del oráculo:

los oscuros,

aquellos que ni rastro dejan en la arena,

los tímidos,

los hombres y mujeres de su Alteza y Señoría,

 

esa peonada jornalera,

harta de holocaustos

nutridos de la humana piel

de pequeños hermanos,

denegará al Pentágono sus órbitas terrestres,

y les dará venganza por mano propia:

 

Construyamos juntos el pesebre

en el rayo azul de sus embustes y caprichos.


Dulce sueño mío

 

Dulce sueño mío

 

Todo se ha ido esfumando.

De repente ha pasado el mundo

en su carroza de espejismo,

el mundo que ha cegado nuestros ojos.

El cielo está ahora gris de nubes tormentosas.

El ruiseñor bosteza

y trece rosas rojas

duermen

el infinito ensueño

de la resurrección.

La luna aletarga esta noche

con su tibieza de ángeles.

Presiento el paraíso

como una despedida de solteros,

donde bailamos juntos

y embriagados

la milonga del rastro perdido,

hasta que la aurora remonte el vuelo

del torvo amanecer.

La quemadura del tiempo

deshabitado y baldío,

angustia a quienes no han podido

subrayar el estribillo

con cuchillo de plata.

Nos vamos, ruinoso sueño mío,

¡Las horas que gastamos

sacando punta al lápiz!

La bruma, atribulado sueño mío.

Las tinieblas, el caos, la linterna,

el estereotipo de las escaleras.

El cochero está batiendo palmas.

La puerta, entreabierta,

No te alcanzo, perfumado sueño,

engañoso sueño,

la herrumbre de la aldaba,

el lagrimal herido, la cerradura rota

la zona escampada entre difuminados ocres,

las líneas paralelas, los relinchos lejanos.

Nos vamos,

dulce sueño mío.

Acaso

nos volveremos a ver

en un cruce de sórdidos andenes.

 

 

 

 

Se nos fue de las manos

 

Se nos fue de las manos

(canción)


Se nos fue de las manos.

Se nos fue de las manos.

Déjame que te explique

regando los geranios

con los ojos vendados;

déjame que te enseñe

por si sirve de algo.

Se nos fue de las manos

tratando de intentarlo

con los ojos cerrados

del jardín del verano

que es igual que en visiones

opacas por los años.

Se nos fue de las manos

como turbia calima

de vapores del agua;

cada línea fue escrita

-cada turbia calima-

me abstendré de citarlas.

Déjame que te explique

con los ojos hinchados

de ausentes maquinarias,

ceremonias sombrías,

cargadas de tormentas,

contra el sexo inflamado,

miradas atenuadas,

corazón hecho trizas,

opaco por vapores

del huerto de geranios.

Se nos fue de las manos

sin poder remediarlo.

Menudos promontorios

y nidos reaccionarios

huyendo de las nubes

cargadas de tormentas

en el triste escenario.

Me abstendré de citarlos.

cada línea fue escrita:

pordioseros de estado

peregrinando leves,

subiendo hacia las nubes

quisimos intentarlo,

masticando raíces

de contexto obligado.

Se nos fue de las manos

y todo lo perdimos:

el sexo, las raíces,

el lodo, las tormentas,

las nubes, los geranios.

Se nos fue de las manos.

Se nos fue de las manos.

Para salir al mundo

 

Para salir al mundo

 

Tuve que darme un poco de coraje

para salir al mundo y complacerlo.

A veces, la fatiga nos funda un horizonte

y dejamos caer en la mortaja

latidos que hemos visto escabullirse,

como avances nocturnos de películas

que solo han de pasar

en el canal antiguo del olvido.

Tuve que darme un poco de resuello

para salir al mundo y comprenderlo.

La anciana sombra del ayer moroso

se ha descarnado en velos y congojas

de inminencia futura e indispuesta

que admite estar ausente con aviso.

Aflicción del deseo

donde nada habrá sino nostalgia prescriptiva.

Las poetas del montón

 

 

Las poetas del montón

 

I-

Las poetas del montón;

las malas poetas poetisas,

pizarra y tiza en mano;

las Nada que decir,

sus obsesiones:

heptasilábicas, decimonónicas;

como una red que al humo no renuncia;

asediadas por el oscuro recoveco

de una crisis que no sufren;

se rejuntan juntitas a aplaudir

sus diablos azules, vetustos y sin brillo,

como indica el zodíaco

del diario de anteayer.

Entre copas de vino

y labiales baratos

se besuquean las mejillas

a diestra y siniestra.

La anchura de sus fugacidades

me descorazona.

Con temblores de gallinita clueca

me amedrentan.

Sus cuchillos cargados de jardines

y florcitas anticlericales

para un casamiento de punta en blanco,

asfixian los pechos de

los ángeles que invocan.

 

La constelación de la pausa

festeja su afonía.

El píloro manda resignación

ante la adoctrinada terquedad

del vómito que expelen.

 

Las de Barranco, siembran

una estética

de enfermedades que no existen

para ofrecer soluciones

que tampoco aportan.

 

Ohhh primer amor.

Cuanto insensato te denigra

con canciones que se arrugan

alrededor de tu mirada.

Quien ya no te quiere

nunca te ha querido.

 

 

 

II -

He forjado esta carta

desde la celda de mi aburrimiento.

Sin nostalgia del no ser

fui la chica del coro,

la empleada doméstica,

la manicura inerme,

la depiladora ciega,

la auxiliar contable

que calcula los milagros,

el porqué de los oyentes de poemas y cantares.

 

La he escrito porque sí,

para curar el tedio del domingo,

14 de noviembre del 2010,

la prisa de los lunes,

la maldición de Marte,

el cielo nebuloso de la actual primavera

que escasea/ que escarcea/

 

En el viaje de regreso,

mi tren no encontró el pueblo,

el pueblo se marchó

abatido, detrás de un viento seco.

Delirando

su enfado contra la barbarie,

se asentó en las orillas de la civilización.

Por su tronchada mente torpedearon

sueños de avenidas

en expedientes importados

por suntuosas pantallas panorámicas.

 

Ohhh primer amor.

Cuanto insensato te denigra

con canciones que se arrugan

alrededor de tu mirada.

Quien ya no te quiere

nunca te ha querido.

 

Lo peor de la inocencia es su belleza.

Lo mejor de la inocencia son los destripamientos.

 

Como dijo Juan Gelman

en su Mundar libro:

 

“Los pájaros cambian de vida

y preguntan lo mismo de siempre.”

 

 

III-

 

 

¿Me nombra todavía su alma en pena?

No se trata de una simple pregunta retórica.

Quisiera saberlo.

Miénteme urgentemente

con muchas oraciones de respuesta.

Por mensaje privado o correo manuscrito,

por carta sin timbrar, o como gustes.

 

Dime que Jeff Buckley

no se ha ahogado en el Río Wolf,

que es el río deyectado de la estepa,

del famoso erial, que me deshoja

y en su camino fatal

alguien va sembrando el mal...

 

Dime, por tierna analogía,

que Jeff Beck,

guitarrista de Yardbirds,

-esos pájaros del patio delantero-

no ha roto su guitarra en el Blow-up

de Antonioni

y que en esa cueva de Julio

nadie desesperó

por tener un pedazo de madera

para arrojar su rabia al fuego de las calles.

 

Menudos lobos esteparios

bien atados

en todos los corrales,

para que yo los recoja.

 

¿Los has visto en el Perú?

Me escribió steppenwolf,

el de la página porno

que gozaba tener sexo

como el bíblico Onán

del coitus interruptus,

mirando las fotografias

de Carmen de Las Delicias,

la famosa prostituta de la calle madrileña,

la Carmen de Bizet del triple equis.

Me ha escrito, te decía,

del otro lado del mostrador,

sin decir esta boca es mía,

con recelo,

callando para otorgar

su impotencia de toro en las corridas.

 

¡Qué Don Juan de la Cruz crucificado!

¡Qué ventisquero de hielo!

 

¿Me nombra todavía su alma en pena?

No se trata de una angustia casual.

Quisiera saberlo.

Miénteme con demagogia,

con muchas evasiones por respuesta.

 

Lo mejor de la inocencia es su belleza.

Lo peor de la inocencia son los destripamientos.

Versa y reversa.

 

Como dijo Juan Gelman

en su Mundar libro:

 

“Los pájaros cambian de vida

y preguntan lo mismo de siempre.”

 

El silencio enmudece la pasión

y la prolonga.

 

 

 

 

 

 

 

La silla vacía

 

 

La silla vacía

 

Una silla vacía

de voces y de guerras.

Una sombra chinesca,

deshilachada foja

que dibuja tu ausencia.

En el tiempo hay un sitio,

en el sitio una pena,

en la pena hay un cielo

donde brama la noche

en que encuentro tu nombre

en una silla ajena.

Hoy tu silla y mi silla

lloran la duermevela,

como dos adversarios

que perdieron la tierra.

A ramalazos

 

A  ramalazos

(como hago cada día)

 

Todos los días encuentro

cosas de mí desagradables

y prometo enmendarlas.

(Tengo 60 años y eso nunca sucede)

Hay gente que sufre pesadillas

y las quiere olvidar

o recordar,

según su médico o psicólogo de turno.

 

Mis pesadillas son reales.

Las padezco.

 

Inesperadas se filtran obsesivas.

De tan feas me abruman

porque pienso

que ya las descubrieron hace tiempo

quienes viven conmigo: mis fantasmas.

 

No haré una mención escatológica,

ni orden de prelación a ramalazos.

Dice la RAE:

(pocos textos tan bellos como los diccionarios):

 

Ramalazo:

Adversidad que sobrecoge y sorprende,

dimanada, (oh, dimanada)

por lo común,

de una culpa de la que no se sospechaba,

o por causa de alguien.

 

Mi karma está confeso.

Si me cruzas por ahí,

 

en cualquier sitio;

y no resistes reírteme en la cara,

te ruego discreción.

 

Si puedes, finge disimulo.

 

 

 

 

 

 

 

 

Tú y yo

 

Tú y yo

(versión libérrima de un poema de blogger anónimo)

 

Tú,

sí,

Tú.

Yo ahora

quiero hablar de la Luna,

con o sin prosodia,

en verso, afónica,

en porteño, en español,

en jerigonza.

Hablar de lo que quieras

como quieras,

cuando quieras;

decir

la Luna se ha enfadado

porque volqué la rosa de los vientos,

la rosa del jardín rosado,

el poema con sangre macilenta

derramada en hispánicas batallas.

 

Quiero poner la palabra tú

en cada uno de mis versos,

ser narcisista ante un espejo ajeno,

gozar por ser engreída entre tus brazos,

vanidosa, ridícula y hermosa,

hacer y decir todo aquello que ames,

lo que sea que odies,

qué más da,

creer en hadas, magas, brujos, sanadores,

en ungüentos, pócimas,

en trastiendas y en experimentos,

en falsas culebras, en dragones de oro líquido,

o pantuflas de lana,

creer en cualquier cosa,

con tal que tú me pidas que lo crea.

Hubo en otros tiempos,

leyendas y canciones

de guerrilleros descamisados

-¡Viva Perón, carajo!

Pero no eras tú quien rondaba esas murallas

pedestres y argentinas.

En tus gemidos decías Hola, princesa.

Comprenderás que el hábito no hace al monje

y la fortuna no está

dentro de un casino monegasco.

Mi criterio racional se enfurecía contigo.

 

Cuando tengas a bien

ser un republicano virtuoso,

por inciso,

ven a verme debajo de la parra,

tráeme un abanico adamascado

mas, no se lo digas a nadie.

Calla, por mi gloria y la tuya.

No es que mi voluntad

sea un viraje inapropiado

hacia tu vuelta,

es que esta noche estoy triste

y duele tanto.

 

 

José Francisco busca musa

 

José Francisco busca musa

 

José Francisco busca musa:

Una musa inefable, cariñosa,

que pueda proveerle alguna idea,

un tono, una canción, una apostilla.

 

José Francisco está ávido de fama,

le han sentenciado que ese es el camino:

usar una amazona y despreciarla.

 

Mil y una noches antes del entierro

del hombre que en la playa estaba triste,

buscaba alguna musa para amarla

con versos abundantes de falsías,

infértiles metáforas de labios

más dulces que las mieles

de un enjambre de abejas peoncitas

sin reinado y con zángano a la vista.

 

"Edad, no importa

Físico: tampoco

Estado civil, soltera, viuda o separada"

 

Desespera el plumilla que impotente

no encuentra una mujer que le responda,

pues nadie quiere ser objeto de minucias

y a ninguna enloquecen los aspectos de cabra

de antiguos desdentados

poetas que publican en la prensa,

su halitosis, sus músculos caídos,

sus rimas y sus ripios sometidos

por usos y costumbres, al voleo.

 

De modo que le he dicho: "Quijotito

José Francisco Mártir, malviviente.

No tienes una amante real y te atormentas.

Lo siento, no estás bien.

Vete al psiquiatra.

Lo único que puedo responder al mamarracho

que acabas de enviarme,

por medio de etiqueta y estampilla

de página de redes internautas,

a fin de remitirme a la aventura

de leer más de lo mismo,

es que el tedio que impartes con tu música

precediendo a Virgilio, al Dante, a Göethe

es un tedio anterior a la cultura:

El tedio de creer que a las mujeres

nos seducen palabras ignorantes,

que suenen en las bocas de rufianes

 y encandilen con torpe inteligencia

el ánimo que estalla en los sentidos.


Cronificas tu abulia y te corrompes

creyendo a pie juntillas,

sin dudarlo,

que tendrá interesadas tu petitio.

Y vuelves con tu hastío amarillento

si dos o tres idiotas

se sienten halagadas y adhieren a tu lista

de inservibles.

en espera de cantos de sirena,

que quiten la gangrena de sus noches.

 

En cambio, complacida sigo y veo

que un puñado de varias te ha augurado

que encuentres una musa

 

(una hembra, quizás,

han debido decirte),

ellas no, por supuesto,

y por nobleza han callado el insulto,

por la bella belleza

de seres delicados que no buscan ser fieras.

 

No es mi caso, por cierto, no es mi caso.

Yo llamo papanatas,

a esas zorras que envidian a las musas

y se ofrecen de carne de cañón,

con todo gusto.

Muy feas han de ser, o demoradas

del fuego del incendio crepitante, en la sangre

de las camas de amantes del invierno.

 

José Francisco, ensobro y no te enfades:

Tu prosa en un dechado de obviedades.

Es mala de cojones.

Es artera.

Podría gastar noches replicando,

especulando, aborreciendo,

amonestando

tu ignominia de cruenta iniquidad,

tu petulancia,

la jactancia con que ostentas tus medallas,

los diarios donde escribes,

el editor que te publica

y tanta y tanta mezquindad

en tu porfía,

que temo que las balas atraviesen

el cerco de la letra y la pantalla

se torne un cristal roto de bohemia

y me corte el aliento de un zurdazo.

 

Este mundo se está desmoronando,

por sordos como tú, por asesinos

de sueños, aspirantes

a ser Premio y Castigo de un genial escritor.

Vade retro. Piratas del as falto.

 

José Francisco, acabo y me despido.

Tu mail está incluido en tu cinismo

de arrobas y de lances.

Saludos a tu madre, si es que tienes.

Una firma virtual y un hasta nunca.

Nos vemos en el cielo o el infierno:

 

Atentamente tuya

Lu Folino

 

El encuentro del cuerpo de Abel

 

El encuentro del cuerpo de Abel

                                              Jean Jacques Henner (Francia, 1829-1905)

Nuestra vida supo ser en blanco y negro,

una gama de grises,

de palabras

escritas por la tinta del aula disidente.

¿Quién renuncia al dolor del hundimiento?

Nuestra madre llorando, en la otra vera,

la pérdida del hijo bien criado

atestigua el pasaje abominable.

Porque el Fausto triunfa

en este mundo,

los colores propalan sus matices,

descerrajan las fotos de la historia

con panales de miel al nigromante

y el desierto en espuelas nos aguarda

con sus abiertos brazos de paloma.


¿Dónde queda el albur de aquel comienzo?

Una dulce rutina

 

Una dulce rutina

 

El amor es trabajo

y una dulce rutina de momentos

que logran abatir

el miedo encarnizado por las usurpaciones

con que instala la muerte

su dominio de reina inevitable.

 

El amor nos aliena,

al igual que el cansancio que dejamos

hundido en una fábrica de cunas

o ahogado en una tabla de madera.

Sufrimos por tenerlo

si escurre entre las manos;

sufrimos por perderlo en la penumbra

sin saber bien porqué

ni si habrá un regreso

al dónde, al cuándo, al siempre,

del cruel que nos agobia

marcándonos la piel con su tatuaje.

 

El amor no envejece a las personas;

son aquellos que amaste quienes salvan

con su tersa y lozana rebeldía,

contraria del oculto infortunado.

Los hombres son las horas deliciosas

que gozaste en sus brazos.

 

Porque labor y vida son sinónimos

y amar y morir tan

parecidos al viento y a la espuma,

que apenas se asemejan al tiempo en el que existes.

 

Si el amor como piensas, te devana los sesos,

no sepas de otro tanto que te encanilla el alma.

No sepas o no quieras

saber lo que ya sabes.

Solo soy vagarosa mensajera,

viviendo en periferia y rebeliones

sacudiendo pachorras de la tarde.

 

 

 

 

 

 

 

Dicha amorosa

 

Dicha amorosa

 

Abrió sus ojos grandes con mirada extrañada.

No supo bien si la veía

en plena madurez o como niña.

Lo embriagaba esa edénica figura

que al cielo lo portaba.

Ella estaba tan cerca que podía

oler su dulce aliento y su perfume

a bergamota, incienso,

cardamomo, pachuli y olivar.

 

Llevaba tanto tiempo de inventarla

sin saber si era rubia o si morena;

sin poder conquistar

la llave del voluble paraíso,

las playas con arenas esmeraldas.

La sonrisa tan suya, la que nadie imitaba

lucía entre la gente,

como un irresistible estratagema

que al ardor lo incitaba,

con fervor descosido en hemorragias!

 

No pudo articular una palabra,

ni quiso asegurarse la hermosura

de cálida novicia ni madre mecedora.

Su embrionaria sapiencia melancólica,

derrotas le auguraba.

 

Y, de alguna manera,

negación y aflicciones de crujiente zozobra.

Jamás firmó contrato con el arte

del acceso carnal,

sin tener que pagar por los servicios

de sexual compañía lapidaria.

 

La daga que carcome la belleza

procura en la rutina alianza ingenua.

Total, para qué, si está la muerte,

aguardando impaciente la sentencia,

en un oculto rincón despanzurrada.

 

Desde entonces, su vida es un calvario.

No ha vuelto a amar a nadie como aquella

a quien alguna vez y tantas veces,

llorara amargamente, hasta las lágrimas.

 

 

 

 

 

 

 

Los que matan por matar

 

Los que matan por matar

 

Los que matan por matar,

los intrigantes.

Los que matan por placer,

por avaricia.

Los que matan con la ley,

beligerantes.

 

Los que matan por arte, los ladinos.

Los que matan en nombre de la patria.

Los que matan por Dios o por destino.

 

Los héroes, antihéroes y antipatrias.

Los títeres, los parias y asesinos.

 

Los que matan de risa. Los bufones.

Los que matan la fe con injusticia.

Los que matan el cuerpo y las pasiones.

 

Los que matan el tiempo y la razones.

Los que matan de sed, por cobardía,

Los que matan los pueblos, genocidas.

 

Los que matan de amor y los matones.

Los que matan de amor, por anarquía.

Los que matan de amor, los pajueranos.

 

Querría agregar yo que esta Vida

más tarde o más temprano

es seguro de muerte que se compra

con pistola en mano,

 

Yo querría exigirte por clemencia,

que no relegues

a la suerte adversa,

esquiva tras la puerta

a pares o nones

en la ruleta desierta.

 

Yo querría pedirte que volvieses

a casa, algún día,

a matarme de nuevo con tu abrazo

de mentiras frías.

 

Happy New Year

 

Happy New Year

 

Rebuscan en la basura

las botellas descartables

que apilan prolijamente en la esquina.

 

No pasan hambre.

 

Se excitan ante el hallazgo del frasco

de un desodorante vacío

y por cinco mangos te hacen cualquier gauchada.

 

No pasan hambre.

 

Sueñan con ganar a la lotería,

aunque no puedan jugarla.

Sus moneditas van a parar

al vino en caja de cartón

indelicado y goteante.

 

Pero no pasan hambre.

 

No llevan guantes

porque cirujean mejor

con sus largas uñas negras.

A sus pocos dientes

el gobierno les dará esta noche

una porción de pan dulce barato

y un concierto de tango en la avenida,

que costará carísimo.

 

No. No pasarán hambre

ni sed.

 

Brindemos en nuestras casas

frescas y abundantes

elevando la copa de champaña:

“la farsa está servida”

 

Ellos no pasarán hambre.

Nuestras conciencias decodificadas

se pondrán en orden, tarde o temprano.

 

Felices fiestas.