jueves, 12 de agosto de 2021

Lucía Folino - Un cafecito en la tertulia. Biografía abreviada




Tapa y contratapa 


 

Mensaje de la autora:


Todos mis libros pueden ser leídos gratuitamente en Blogspot.

Se puede obtener el pdf en Amazon, e-Book. 

En formato papel -ediciones limitadas- pedidos directos. 



Para evaluar la obra del poeta es menester una lectura completa e integral, el conocimiento de su biografía, su pensamiento ético y filosófico y su ejemplaridad humana. 

Aunque puede suceder, ningún poeta vive de la literatura. Distinto es el caso de novelistas, guionistas, editorialistas u otras variables. De la poesía no. Para eso están los premios literarios, que en una era superinfomada por las carreteras automáticas son de dudosa reputación.


Por eso, si quieres (o querés) invitarme un cafecito, lo podrás hacer en el link que aquí te dejo.

https://cafecito.app/graciasquenecesitas





Lo recaudado será destinado a la difusión mediática de poetas que no tienen acceso a dichos espacios, aún estando verdaderamente comprometidos con su escritura. 

Nuestra deber es transmitir a las nuevas generaciones la experiencia y el goce por las letras de la literatura hispanoparlante, en un mundo cada vez más globalista, que viene por nuestra destrucción de la cultura iberoamericana.


Estoy recitando poemas y fragmentos en tiktok: Lu por la Poesía 

@lucifolino 


Muchas gracias 

Un abrazo.



Lu 




Lucía Angélica Folino nació en Avellaneda, Buenos Aires,  Argentina, el 19 de diciembre de 1956,

Abogada, docente y poeta.

Publicó: "Retablo de duelos" – por Editorial Dunken en 2004, "Acuario Plateado por la Luna" en el año 2005. Parte de su obra aparece en prestigiosas antologías nacionales e internacionales en formato papel y revistas literarias virtuales y blogs digitales. Escribió letras de canciones - registradas en SADAIC y SIAE- entre las que se destacan poemas y traducciones en la opera prima del compositor italiano Lorenzo Gabetta: “Salvando las distancias”, lanzado en Milán en el año 2012.

Ejerció la abogacía durante más de tres décadas. Dictó cursos de poesía y letras de canciones, tras haber participado en numerosos talleres de poesía, narrativa y letrística de canciones en SADAIC. Fue vocal del "Centro cultural Alejandra Pizarnik" de Avellaneda durante dos años.

En 2015 publica: “Venas al Menudeo”. En el año 2018 presentó: "Cruzamientos y Aspavientos", "Premio Consuelo", “Enfundá la mandolina”, 2020 presenta: “Cetrerías o Cordero de Dios”, “De dragones y miserias”, “Los varones no saben distinguir”. En el año 2018 dirigió y editó la revista digital El Camaleón Fatigado. E-books en Amazon.

Impreso: En  julio de 2021 -Buenos Aires, Argentina.




Paz es la Palabra

 

Paz es la Palabra


"¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. “Lucas 19:42


Muchas cosas te pasan si estás muerto:

Encuentras tu puñal inoxidable,

la corona de espinas, el cortejo,

el poncho del abuelo en la maleta

que tiraron al mar,

por temor a las fiebres amarillas

que hacen metástasis en barcos de inmigrantes

con gentes escapadas de la guerra.

Muchas cosas te pasan si estás muerto:

Lo sabe el ruiseñor que te acompaña,

y que siempre creíste que era un cuervo,

por ser víctima de metáforas

corroídas de gris literatura.

Te sorprende con brillos y matices,

esa flor que has robado en los jardines,

para darla de ofrenda al desconsuelo,

porque tiene dos pétalos intactos,

sin fisuras ni grietas de abandono,

sedosas como un fino terciopelo

al tacto de tus manos

que carecen de dedos y de uñas,

en el sordo rumor de un tullido escenario.

Te arrulla el desamor sin frustraciones.

Recuerdas que tu boca está sellada;

y una carta ocultada en un ropero

-un absurdo ropero de cristal o nieve-,

espera ser leída con premura

por el destinatario desconocido que la abra,

con un cortapapeles de inventario

a sabiendas de que irá a quedarse ciego.

Muchas cosas te pasan si estás muerto:

Merodean espectros por tu entorno,

zumbando la canción de las abejas;

se te pegan bigotes en las nalgas,

cuelgan telas de araña de los techos,

y tu garganta carraspea

como un motor a punto de fundirse,

por no poder fumar sin miramientos.

 

Demasiadas cosas te pasan si estás muerto:

Admites que has vivido algunas décadas,

valientemente enroscado entre

tu ombligo y una sombra ilusoria,

similar a la de El viejo y el mar,

novela que amén de meritoria,

te busca inevitable,

reflejada en el lago de Narciso,

con tu nariz pegada a la pantalla de un cine

que hace siglos que no existe,

excepto entre los trastos de un archivo,

que un ángel ha escondido en los rincones

con menos picardía que malevolencia.

 

Es más, te dices en silencio:

“Es mejor que estas cosas, vulgares e inocentes,

que causan extrañeza al invitado,

sucedan ahora que estoy muerto,

presente ante mí mismo,

en mi entierro de nervios, músculos y tendones

con más alcohol que agua, y menos pelo que grasa"

para desquite y venganza de esa alma cansada,

que al nacer te han brindado virginal y liviana,

entre sábanas con sangre y ayes de dolor,

desde una erótica vagina maternal

que amarás tu vida entera,

mamando del pezón que exonera su cálido cobijo

del que fluyen sonidos musicales,

succionando y gruñendo,

suspiros, nanas y oratorias,

revestidas de líquidos amnióticos y puntos de sutura

manchados por membrana de placenta.

La inexplicable y tórrida Madre Creadora

pidiendo a Dios, con devoción suprema

en un idioma que entiendes solo a medias

que apresure el calostro para el vástago,

mimándote y besando tus pies, hasta el remilgo.

Te alegra que estas cosas, triviales, pasajeras,

te pasen mientras sabes que estás muerto:

porque es cien veces peor, vivir equivocado,

hostil y virulento,

creyendo que los sueños algún día,

cumplirán su propósito inocente,

creyendo que el final es inviolable,

si te dieran calor amartelado,

en cada cambio de pañales;

en tanto que unos niños, de repente,

tus antiguos amores, tus hijos, tus amigos,

enfilan ante el turno de viejos toboganes,

en un corso de kermese,

para deslizarse al umbrío precipicio,

y tú, detrás de ellos,

confabulados, resplandecientes e inquisidores,

exigiendo rosquillas de azúcar impalpable,

o dulzonas y tibias manzanas acarameladas,

que van a arruinarte los dientitos de leche,

que cambiaste por obra de un milagro

al que llamabas Ratón Pérez,

que dejaba debajo de la cama

el precio de una pérdida que subastaron sin tu firma.

Estas cosas que ocurren, trascendentes

de luz a oscuridad y bis se versan.

Ahora tú las contemplas y conoces,

porque dormita al lado de tu cama,

el secreto que nunca presentiste

pero alguna vez, escuchaste de abuelos resignados,

después de ponerse un poco de humectante crema,

para aliviar los surcos resecos en el rostro,

por vientos que congelan su pánico y sus huesos.

 

Y lloras, muchas veces… lloras… lloras

aunque sepas, que es mejor estar muerto.

Las arrugas ganadas con esfuerzo,

en soledad de cavernícola,

y ansiedad de impaciencia,

al Señor de los Cielos

rezan como mascotas entrenadas,

orando por poner coto a la espera:

 

Qué cuernos. 

Es mejor que te pasen ciertas cosas si estás muerto:

Recuerdes y perdones; reconcilies

si vuelves a nacer, sin saber cuándo,

ni si tiene un porqué lo vulnerable,

cantando un Aleluya en arameo,

y las obstetras guiñen sin asombro,

para que tu nueva madre no sospeche,

que podrías haber también nacido,

recitando los haikus japoneses,

o el antiguo latín de la escolástica,

o el sajón de las tribus de bárbaros ingleses;

y dirán, entre risas, que los tuyos

son meros balbuceos.

La primera palmada no busca que respires,

ni que adoptes tu antigua sinestesia.

Ellos quieren que borres el pasado;

que tu mente se adecue a una nueva pareja,

que quizás, en un tiempo, podrá llegar a amarte

como si fueras un superviviente más del holocausto

y te amará sin dudas, contra viento y marea,

si cumples con tu parte del convenio.

 

Esa mísera familia que te eligió y elegiste

para ser de tu familia, en una sociedad absolutista,

te traerá al más acá, cuando estés muerto,

rogará con descaro e inocencia:

que intentes progresar con la corriente,

porque el archipiélago fue invadido por expertos,

porque al archipiélago lo llaman continente

y las ballenas fueron atrapadas

por la fosca bandera de metal y estrellas,

revaluadas en oro y efectivo,

con tolerancia cero y mil defectos,

la bandera del karma del que amargamente reniegas,

deseando huir con los parias a otros mundos:

al suicidio colectivo

por tanta sinrazón que te ha de parecer inevitable.

 

Muchas cosas te pasan si estás vivo

y con conciencia,

saber que muchos piensan

que de la muerte no se vuelve,

por ejemplo,

(y asesinan a quienes no lo admitan).

Los poderosos serán tus humillantes jueces,

tus dueños esclavistas,

los tiranos groseros e infamantes,

y gozas la certeza indubitada,

que, escogiste muy bien,

el abrazo añadido sin esfuerzo,

porque siempre habrá leche,

si le ponen amor al chocolate los piadosos creadores,

porque siempre habrá padres que te adoren

y te lleven al parque

“cuidado: no resbales,

que el viejo tobogán es peligroso”

y llevan corazón en las solapas.

 

Si guardaste la carta de la reminiscencia,

en el ADN que te vio nacer por vez primera

a este mundo intratable, hermético y difuso,

que te hará sonreír con su réproba censura,

serás feliz,

por no seguir siendo como tus primos primates,

aceptando durezas de conducta.

Los entes disfrazados de personas

no sublevan la condición humana;

sacan rédito los orangutanes

que hacen monerías en el circo

para sentirse dioses del planeta,

pensarse redimidos

por la Verdad y la falsa elocuencia

de sintaxis remotas.

Me temo que no fueron curiosos esos tipos

disciplinados para el matadero.

 

La esquela de constancia cuando naces

ofrenda un solo verso,

seis escuetas palabras, sin adornos:

Sé bueno, sé feliz y ama”.

 

Lo demás es gambito de peones;

pitanza para chanchos;

elecciones del aborregamiento.

El estorbo fingido. Pecados capitales.

Trasplantes. Noche. Aurora.

Genocidio. Birretes. Amnistía.

 

Y dirás lo que Lucas escribiera:

“¡Cómo quisiera que hoy comprendieras el mensaje de la paz!”, con su  retórica modesta:

“Sé bueno, sé feliz y ama.”

 

Sublime poesía.

Casi un fotón partido

 

Casi un fotón partido

 

En el fondo del túnel, una luz transparente

abre paso a otra vida, por mí desconocida.

Disociada y abstracta, casi un fotón partido

que ocupa dos lugares del plano y del instante,

al mismo tiempo herido,

apoyada en tu espalda, entera y condensada,

montando en caballito, las piernas enlazadas,

se ciega tu conciencia bebida y confundida

en verdes madrugadas de vómito caliente.

Sintiendo que no pesa mi cuerpo

y no te aplasta el sólido elemento,

fugué hacia las montañas

de neblinas heladas, serpeando el Himalaya

entre motas de polvo,

con secas falsedades de indígena en apuros.

Y es tarde para besos

y es pronto para lágrimas.

Desde afuera vislumbro tu rostro en nuestra almohada,

temblando tus caderas

estalló  la guitarra, ciempiés de dormitorio,

componiendo canciones  que acarician el alma,

y me nombran,

me buscan,

como si te faltara.

Y estoy en todas partes, 

calmándote la fiebre que silba un desafío,

cerquita de tu apremio de visión extenuada,

Y estoy en todos lados

en tu huella anterior, en el simple futuro,

aquí, allá y ahora,

tal vez, después, mañana.

Nada

 

NADA.

 

 

“Nada.

He existido.”

Sartre.

La Náusea. (Una de las mejores novelas del siglo XX).

 

 

Nada.

He existido para ser papel y pasado;

para albergar en mi juerga escarlata

las pasiones y el deseo;

para haber renunciado al clima peninsular

aquel invierno

y gastar la piel,

hastiada de preguntas y reproches

en un basurero efímero,

único horizonte del paisaje.

Respondí “sí” con la cabeza erguida

cuando fui interrogada por jueces anónimos;

dije “no” al plato de comida caliente

con la efervescencia de los veinte años.

Cien tarjetas de amor

me esperaron a la salida del hipódromo,

cien sombreros ausentes

se colgaron de mi laúd.

Reconozco el pecado

de haber tragado mi propia placenta

y el deshonor de haberlo olvidado,

como si tal cosa fuera posible.

No vale memorar el arrepentimiento.

Dentro de un segundo,

mitad de minuto, a lo sumo,

seré Nada,

como dicen todos los hombres,

desde quien sabe qué siglo,

quien sabe qué ciudad,

quien sabe qué hemisferio...

Cuando descubrí este cielo laberíntico,

las migas de mi cuerpo,

tendidas en la arena,

se precipitaban a la boca de los pájaros

con callada virulencia,

y al final, la nada,

nadita de nada,.

recobraba su trágico sentido.

 

 

 

 

 

 

 

Finales

 

Finales

“Que sepa coser

Que sepa bordar

Que sepa abrir la puerta

Para ir a jugar”

 

 

Con cierta falsa masculinidad

y con sus conciencias universales

los hombres se disponen

a matarse en combates

por ser héroes de guerra con gloria en las espaldas.

(Mira cómo se trenzan

en partidos de fútbol de la liga).

 

Las mujercitas consienten benévolas

a ser sus enfermeras, sus esclavas,

con suma omni-sapiencia de karma del destino

serán madres solteras,

la voz que no se acalla,

o señoras ridículamente hostigadas,

en un cuchicheo entre toldos

de los chiringuitos de playa.

 



Señoras y señores

se casan y descasan.

Administran pobreza.

Educan al soberano.

Curan heridas con alcohol, limo y agua.

Bordan trapitos al sol para abrigarse.

Y continúan sonriendo

con plácida bonhomía

mientras dan de merendar a perros y gatos.

 

Después de engordar lentos, sin prisa

mas sin pausa,

trepanando sus alas

con cruel incompetencia

en sendos corazones abatidos

de ganarse la vida, con resaca,

sus horas se corrompen en morderse las uñas,

esperando al Mesías,

o al hijo, que es lo mismo.

Apuesten por Obama, por Chávez o Bin Laden,

el que gana se lleva como premio consuelo

una flor de palabra.

 

(El fin de la inocencia

se acopla en sus chicharras)

 

 

 

 

 

Más pequeña y más grande que un átomo

 

Más pequeña y más grande que un átomo

 

Más pequeña y más grande que un átomo

es la tristeza intangible.

No cabe tanta desolada pena

en un frágil corazón herido

de mortal soledad indefinida.

Atravesar la puerta de la casa

y verse solo,

rodeado de espectros fantasmales,

contraría la gracia de la noche

que promete tropiezos seductores

con carabelas que el mar ha naufragado

en islas de reputación dudosa

entre mareas de alcohol y pestilencia.

Mirar a cada rato

la pantalla del teléfono móvil,

que hemos convenido en llamar celular,

porque cada mensaje a recibir

formará parte de la epidermis afectiva,

sutil canción de cuna que arrulle nuestros sueños,

y decepcionarnos,

como si no supiéramos de entrada

del abuso de spam publicitario

que va a  burlarse de nosotros.

Encender el televisor como un ritual inútil

y apagarlo,

buscando cualquier cosa

que espere en el refrigerador el momento adecuado

de ser servida en la mesa.

Ir cocinando

la comida menos aconsejable del día

en tanto que extendemos la cama que dejamos desecha

antes de salir apurados al trabajo.

Cenar, por fin, a solas con la ausencia,

que crece cual una sombra bien alimentada.

Y después de leer algunas páginas

del libro más tedioso de la historia

de la literatura contemporánea,

otra vez a irse a dormir con la seguridad

de que este no ha sido el peor día de nuestra vida,

que nos queda mañana por delante,

si logramos sobrevivir la aturdida pérdida

del abandonado

a la deriva de Dios y su ironía.

 

 

 

“Lo dejo a tu criterio”

 “Lo dejo a tu criterio”


Chisporrotear, lo que se dice chisporrotear,

ella chisporroteaba poco.

Lo había hecho antes la guerra, pero ahora elegía el jardín.

Su cuerpo no fulguraba embriones con aspecto de lozanía.

Sus jaleas no iban a cambiar el equilibrio del sistema.

La memoria guardaba un éxodo.  

Casi nada tomaba al pie de la letra.

Cuando entornaba los ojos se veía muy mayor

comparada con higueras o sequoias.

La infancia era un espejismo.

La juventud florida, un tórrido recuerdo ambivalente.

Su tronco estaba preparado para que su apellido

se grabara en las rocas,

que guardan las huellas de tantos olvidados

que dejaron caer su peso sobre la tierra.

Y sin embargo,

la dócil casualidad jugó sus cartas eternas.

A lo hecho pecho.

Su estridente obsesión quedaba a salvo.











BE SOBER

 BE SOBER

Be sober, be watchful: your adversary the devil, as a roaring lion, walketh about, seeking whom he may devour

1 Peter 5:8 (English Bible revised version)

 

La piedra de Babel te asfixia.

Llorar por los rincones

no está mal, valiente criatura.

Se terminó la guerra del sudor.

Ahora hay que juntar los platos rotos

en un psiquiátrico de niños.

 

La fiebre inalterable en el papel

calma la cuota auténtica del miedo

y va pisando charcos entre arterias

de corazones rotos.

Aventurarse a ser el mago

que levanta pedazos de cerebro

es una beca absurda en el idilio.


¿Cómo puede juzgarte

un río sin aristas

que mide en regla de oro los escándalos?

¿Cómo puede ofenderte quien

apenas te conoce y se persigna?

Las compuertas del infierno

 

Las compuertas del infierno

 

Hay que construir compuertas,

diques, canales

al yo que nos asesina.

 

Hay que derrapar por los manglares

de una naturaleza desbordada

y resolver los enigmas del Otoño.

 

Llegar a otros sitios

deshabitados por hombres ciudadanos

que no conocen de cuchillos y escalpelos,

ni de pasta enloquecida.

 

Hay que retomar las barcas

que nos llevan de esta muerte sin destino

Y volverse mago, hereje, monje,

científico, astronauta,

filántropo del camino,

jugador de tute cabrero,

traficante de vírgenes sin desvarío

y sin sueños.

 

Hay que amortizar los empeños,

dejar a un costado los pecados capitales,

y fornicar robando hasta la última hora.

Apresurar el adulterio con la mujer de tu amigo.

 

Vivir en un segundo

el segundo que es tu vida.