Una dulce rutina
El amor es trabajo
y una dulce rutina de momentos
que logran abatir
el miedo encarnizado por las usurpaciones
con que instala la muerte
su dominio de reina inevitable.
El amor nos aliena,
al igual que el cansancio que dejamos
hundido en una fábrica de cunas
o ahogado en una tabla de madera.
Sufrimos por tenerlo
si escurre entre las manos;
sufrimos por perderlo en la penumbra
sin saber bien porqué
ni si habrá un regreso
al dónde, al cuándo, al siempre,
del cruel que nos agobia
marcándonos la piel con su tatuaje.
El amor no envejece a las personas;
son aquellos que amaste quienes salvan
con su tersa y lozana rebeldía,
contraria del oculto infortunado.
Los hombres son las horas deliciosas
que gozaste en sus brazos.
Porque labor y vida son sinónimos
y amar y morir tan
parecidos al viento y a la espuma,
que apenas se asemejan al tiempo en el que existes.
Si el amor como piensas, te devana los sesos,
no sepas de otro tanto que te encanilla el alma.
No sepas o no quieras
saber lo que ya sabes.
Solo soy vagarosa mensajera,
viviendo en periferia y rebeliones
sacudiendo pachorras de la tarde.