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jueves, 12 de agosto de 2021

Ay del solo

 

Ay del solo...

 

Ay del solo que se cae porque no tiene quien lo levante.

Eclesiastés.

 

Nos apremia la noche del encuentro

con una libertad desmesurada.

Entre hollejos de uva y vino dulce

las horas se despeñan

como tierra procaz por las laderas.

La fábula del burro queda lejos:

No se oyen resoplidos

ni por casualidad.

Nos albergan La ciudad y los perros

con cierta dramaturgia acostumbrada

al pálido sopor de los llorones

y La esfera y la cruz

por monigotes.

Los tibios pasatiempos del que espera.

Porque sin literatura no hay caída

ni tropiezan las musas con sus héroes.

 

En la tarde que excusa lapidaria

el jadeo nocturno del despacho,

los tímidos aplausos de la cópula

y la embestida entre célula y fluidos,

se aprestan los imanes a perderse

en la fina textura de perezas

concebidas con celo,

ajenas al olvido,

hasta verte cruzar la vieja puerta

que conoce de oxímoron y presos.